Paulo Freire (1980) establece que la naturaleza del ser humano es, de por sí dialógica, y cree que la comunicación tiene un rol principal en nuestra vida, es decir estamos constantemente dialogando con otros en espacios donde creamos y nos recreamos. Con ello se afirma una concepción pedagógica de la educación dialógica, entendida como el liberalismo de teorías en la praxis educativa contemporánea, la cual responda a la necesidad del contexto, con perspectivas innovadoras de enseñanza, cuyo propósito esté orientado a sacar del estrecho marco de la transmisión de contenidos a un sujeto quien los acumula, así tenga plena libertad de hacer buen uso de las capacidades cognitivas.
Freire propone paradigmas emergentes como la educación problematizadora, dialógica, humanista, emancipadora, participativa, que permita descubrir, comprender, compartir ideas, que lleven a la socialización del aprendizaje, a la interrelación comprensión hombre-mundo, la eliminación de las contradicciones entre directivos-docentes, considerando que ambos se educan entre sí a través del diálogo que se establece entre ellos, influenciados por la realidad del entorno. Mediante esta nueva relación se elimina la verticalidad, para generar ideas renovadoras en el proceso educativo que superen la dicotomía sujeto-objeto, valorando la cultura popular.
El educador
Freire, critica a la educación tradicional o bancaria, la cual no permite concientizarse
acerca de la realidad, se caracteriza por ser expositiva, narrativa, disertadora,
en el sentido se considera al pedagogo como
el poseedor de la verdad, del conocimiento, el exclusivo instructor del
educando, romEl pedagogo Freire (1980.134) sostiene: que “el diálogo, es el
encuentro de los hombres, mediatizado por el mundo, para pronunciarlo no agotándose,
por lo tanto es la mera relación yo-tú” .En la misma línea, Martínez (2013:82), plantea que el diálogo es “una condición
indispensable para una visión más plena
de la realidad y su uso establece un acercamiento a la vida, lo que hace mucho
más comprensible el proceso de adquirir conocimiento y de hacer ciencia.”
La relación dialógica entre los actores del proceso de
aprendizaje; dicha formación estima que el colegial es un ser pasivo, no dador
de ideas y saberes, negando su capacidad creadora. Adicionalmente, Freire
resalta que existe una educación directiva donde el docente tiene que direccionar
el proceso, respetando las ideas de los educandos, no imponiendo o coartando su
creatividad, sino partiendo de los conocimientos previos, elevando los niveles
de participación para transformar la realidad.
Evidentemente, la acción comunicacional permite una relación
entre las partes involucradas en el proceso educativo con empatía, responsabilidad
y acuerdos. Mediante el diálogo se le da oportunidad al otro de liberar sus
ideas. Si se aplica este principio a la función directiva, se pueden obtener
resultados satisfactorios en el sentido de atender las necesidades de los
docentes, pues con un esfuerzo compartido se logran objetivos comunes.
Por otro lado Ibáñez (2010)
postula que la teoría dialógica niega tanto el autoritarismo como el
desenfreno, y al hacerlo reafirma tanto la autoridad como la libertad. La
propuesta de Freire, en el ámbito de los procesos educativos, ha impactado en
la sociedad actual, en el sentido de plantear una filosofía critica,
transformadora, consustanciada con el acervo cultural e histórico de la
comunidad, aun cuando se mantienen las políticas de estado ,como líneas
orientadoras en los procesos pedagógicos, que
necesitan del diálogo, para la búsqueda de mejorar la calidad educativa,
asimismo, promueven la libertad de pensamientos originales, liberación de
ideas, tanto del educador como educando, en una sociedad libre y protagónica.
Por tal razón, es desesperante
percibir una pedagogía antidialógica en los procesos educativos, pues
fractura esa relación amable de los actores educativos. Pero en cambio si se
abordan métodos activos-comunicativos
que hagan participativo y
consciente al docente, mediante técnicas
de discusión en contextos desafiantes, esto contribuiría a corregir los errores de
la educación acrítica.
Según, Freire (1973), la
corriente dialógica, “tiene dos
dimensiones: acción y reflexión y su dirección a la praxis, que es la palabra.”
En respuesta al proceso de ideologización por medio del cual las clases
dominantes manipulan la conciencia de los oprimidos, los obligan a interiorizar
sus valores, les inculcan un sentimiento de inferioridad e impotencia,
favorecen el aislamiento y las posiciones artificiales entre cada grupo de
oprimidos.
La propuesta de Freire según Torres (1983)
distingue en este caso tres
características que son fundamentales para el análisis que se realiza:
1.
Colaboración, los sujetos se vuelven sobre la realidad que problematizan
los desafíos, transformándolos para la liberación.
2. El esfuerzo de unión, se dan
contradicciones antagónicas.
3. Síntesis cultural, producciones sistematizadoras y deliberadoras, que inciden en la estructura
social del aprendizaje.
4. Organización, lenguaje y acción de
los sujetos, Todos deben estar fortalecidos con el diálogo.
La perspectiva comunicativa de Freire
supone una transformación del contexto, colocando en el centro de la
supervisión el tema del diálogo, otorgándole al docente el derecho de
desempeñarse según sus propias opciones, por ello, la supervisión debe tener
como primer objetivo la diversidad o igualdad de las diferencias, el cual
supone que todos los docentes, tienen derecho a ejercer una enseñanza de
acuerdo a sus convicciones, siempre y cuando se rija por las normas
establecidas por los entes educativos.
Esto se contrapone a la concepción
homogeneizadora que trata de imponer a todos un mismo modelo de enseñanza, lo
cual asegura la alienación de algunos educandos con diferentes ritmos y estilos
de aprendizaje, contradiciendo lo expuesto por el sistema educativo bolivariano
donde se expresa el derecho de todos (as) a una educación igualitaria.
De esa manera, la supervisión
dialógica se centra en el docente como un ser consciente, capaz de comprender,
crítico, autónomo, libre, trascendente, transformador, que crea y recrea,
conoce, está abierto a la realidad, por tanto, implica una relación democrática
donde el diálogo hace parte de un proceso de argumentación, exigiendo un
compromiso, el cual trasciende intereses estrictamente vitales e implica
responsabilidad socio política.
En ese sentido, el diálogo de saberes
se sitúa históricamente en el marco de una comprensión crítica de la realidad,
necesaria para la acción reflexiva. Desde esa perspectiva, es una dirección que se fundamenta en el respeto por el otro y en la práctica de las relaciones
horizontales, nutriéndose de amor, humildad, confianza en éste, donde
supervisor y docente se hacen críticos en la búsqueda de algo, creando una
relación de simpatía, donde cada uno llega a ser él mismo cuando el otro lo
hace.
Pero el otro solamente puede llegar a
ser él mismo en un ambiente que promueva el desarrollo de la autonomía,
responsabilidad, esto es, en un ambiente de libertad que le permita optar sin
coacciones. El supervisor debe entonces liberarse de su papel coactivo y pensar
su relación con un sujeto libre, la cual
da sentido a su propia vida, los conocimientos recibidos del exterior (los
resignifica, los construye), de esta manera actúa en consecuencia con su
visión, sus intereses, su posición.
El diálogo es entonces, un proceso
comunicativo mediante el cual los participantes tienen una clara intención de
comprenderse mutuamente. Esta comprensión implica el reconocimiento del otro
como alguien diferente, con conocimientos y posiciones distintas, sin que por
esto se detenga la comunicación. Pero, el diálogo no excluye el contenido,
señala Freire, pues no se trata de desconocer la importancia de la información,
sino de redimensionar su papel, sin embargo, la imposibilidad
para comprender otras lógicas lo hacen imposible.
Freire en su Pedagogía del oprimido
nos recuerda que el oprimido (docente) reproduce dentro de sí la imagen y los
valores del opresor (supervisor); quien sufre las consecuencias de la
colonización de la mente. Pues, no sólo
tiene cadenas para perder, sino también tiene para perder la conformidad y el
fatalismo compañeros de la dependencia.
En ese sentido, el dominante (director)
necesita inculcar al dominado (docente) una actitud negativa hacia su propia
cultura pedagógica. Los primeros favorecen en los últimos el rechazo de la
propia praxis, generándoles la falsa comprensión de ésta como algo desagradable
e inferior (...) esta realidad, en
muchos momentos, puede llevar al docente a una situación de apatía, en la cual
pierde la visión de un mañana en el cual no cree.
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